miércoles, 7 de diciembre de 2011

Cuarta planta


858547412254521145415515, este número de teléfono, si eres enfermera,  estás en paro, y son sobre las 12 h. del medio día, sólo significa una cosa:
CONTRATOOOOOORRR.

Efectivamente incorporación en la 4ª planta de un hospital cualquiera, hoy en turno de tarde, duración siete días. Esto va viento en popaaaaa, el anterior fue de dos días.
Busque mi pijama (uniforme), mis tijeras, mi rotulador gordo, boli de 4 colores, libreta con chuletas, otro boli por si…

Ducha rápida, corte de uñas para evitar que se acumulen microorganismos bajo las mismas, fuera reloj de pulsera, reloj de cadenita sujeto al bolsillo del pijama. Bocadillo de tortilla francesa y una Fanta de naranja. Ya está el tío preparado para una jornada laboral.

A las 14:30 h hice acto de presencia en la 4ª planta, media hora antes del cambio de turno. “Hola, soy el enfermero de tarde, me incorporo hoy”. Un silencio sepulcral de varios segundos, cuasi eternos para mí; miré al pasillo y hasta me pareció ver pasar rodando un par de arbustos, como esos de la películas del oeste.

Perdón, ¿dónde podría cambiarme?” Una de las dos enfermeras que se encontraba en una mesa rodeada de carpetas, se apiadó de mí y me indicó con el boli, sin levantar la cabeza de la carpeta, una puerta. Dos pasos más tarde añadió: “otro nuevo, esto ya me toca  los cojones”.

Mi yo interior (M.Y.I.) que para mí es esa respuesta que darías pero que en realidad no te atreves a decir, ese consejo, en definitiva,  esa voz interior que te guía, me dijo a mí mismo: “las ganas que tengo yo de verte a ti la cara hija la gran p…….” No reparé en un folio escrito con rotulador negro que había pegado justo encima del pomo de la puerta. Sobre las 15:00 h. y después de varios golpes que fueron subiendo de intensidad progresivamente, después de varias peticiones de auxilio que empezaron con frases como: “perdón me he quedado encerrado, no hay pomo en la puerta”,  y terminaron con otras como: “socorrooooooooo”,  una mano amiga abrió la puerta, mi compañera enfermera traída directamente de un viaje en el tiempo,  concretamente de la Alemania nazi 1943: grande, gigante, pelo o peluca rubia de bote, una ceja gorda a modo de felpa le cruzaba toda la frente color negro tizón, una verruga por debajo del orificio nasal derecho con pelos bicolores realzaban su cara de mala leche. Fea, tremendamente fea.

Enfermera Nazi (E.N.): “Padre mío ¿es que no sabes  leer?  El cartelito, padre mío, no cerrar la puerta, como todo lo hagas igual padre mío”.
Yo: “Hola me llamo…
E.N.: “Mira te voy a decir una cosa, yo el colegio lo terminé hace tiempo y no soy maestra,  yo no enseño na ¿eh? Que a mí no me pagan por enseñar ¿eh?  Padre mío y tú cobras lo mismo que yo”.
M.Y.I.: “Tienes que hacerte su amigo, tienes que ganártela”.
Yo: “Perdona la planta 4º ¿qué especialidad es?”.
E.N.: “¿Cómo?, mira padre mío, la 4ª es la que está entre la 5ª y la 3ª, las jeringas están en el sitio de las jeringas y las agujas en el sitio de las jeringas”.
M.Y.I.: “Toma, toma, toma”.

Miré a mi alrededor otra enfermera estaba sentada en una silla, delgada, caquéxica, la enfermera judía del campo de concentración nazi (E.J.C.C.N.)  y dos auxiliares que vi por primera y última vez de espaldas. Posiblemente fueron ejecutadas en algún momento de la tarde.

La llamada de una habitación ejerció a priori la función de salvavidas, la sirena antiaérea que nos avisa del bombardeo y que te indica ir al refugio más cercano. Entré en la habitación a salvo de la E.N. “Mi niño, que le duele mucho la pierna”.

Yo: “¿Qué pierna?”.
Madre de paciente: “¿Cómoooooooooooooooooooooooooooooooooooo?”.

Tras mirar bajo la sábana, sin recibir un  relevo, sin haber consultado la historia clínica del paciente, sin leer incidencias, me dirigí a la habitación a pecho descubierto, presa del miedo,  huyendo de la represión nazi,  pude observar,  tras mirar debajo de la sábana,  que ese paciente tenía una pierna amputada a la altura de la ingle, la otra pierna estaba atravesada a la altura del fémur por algún tipo de  instrumento de tortura.

M.Y.I.: “Madre míaaaaaa, escapa de este sitio, salta la cerca alambrada, tírate por la ventana, hazte el muertooooooo…

Salí de la habitación sin miedo al fuego enemigo, de repente un quemazón a nivel abdominal, ¿un impacto del fuego enemigo?, no, la tortilla francesa y la fanta, un corte de digestión en toda regla, sin pensarlo salte hacia la trinchera enemiga.

Yo: “Nada el chaval que tiene dolor”.
E.N.: “Oye tengo yo cara de médico, entonces a mí que me cuentas ¿eh? Padre mío”.

A las 19:30 h el ejército de liberación en forma de supervisor de guardia (S.G.) asaltó la 4ª planta reclamando un enfermero para reforzar urgencias.

S.G.: “Mira me llevo a este con su boli 4 colores, sus tijeritas, toma un esparadrapo y ya tienes el kit completo”.

Mi kit completo y yo nos cogimos de la mano del S.G.,  antes,  hice un alto en el camino para dirigirme a la enfermera nazi: “Gracias por todo madre mía y tú E.J.C.C.N. resiste te juro que volveré a por ti…



 






1 comentario:

  1. Lo más triste de todo esto es que en casa nos hemos reído.
    Y por que es triste? Por que ese ritual es algo que repetimos cada 15 días.
    Nuestros contratos no suelen durar más de eso este año.
    Estamos disfrutando de la crisis a tope.

    Salute.

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