lunes, 19 de marzo de 2012

Un colacao

La noche en esa unidad de salud mental blindada, mezcla de película entre “Alguien voló sobre el nido del cuco” y un bunker hitleriano, me daba miedo.
Acompañado por mi yo interior (MYI) y de dos auxiliares de cincuenta y pocos años que se habían criado en esta unidad afrontaba, a priori, una larga noche.

Las dos auxiliares: “Tú, venga, pon la medicación, no te agobies que a todos estos los conocemos, te comes la cena y te tomas un cola cao calentito, después te echas un poco ahí en el almacén de farmacia y lo que salga lo vamos viendo…
M.Y.I.: “Donde fueres haz lo que vieres”.

Dicho y hecho tras la medicación, la cena, tortilla francesa, fanta de naranja y de postre lo que mis madres adoptivas me habían preparado; mientras una me daba un cola cao calentito, la otra me hacia una camita.
El cola cao entró masajeando mi boca, acariciando la garganta y finalmente meciéndose en mi estomago, sobre el parecía flotar la tortilla francesa.

Venga acuéstate. Entré en el almacén, una minúscula habitación con olor a servicio de pub bien entrada la noche de sábado. Me acosté en una colchoneta del grosor de una compresa con  alas, a mi derecha la estantería de la medicación ordenada por orden alfabético, a ras de suelo el ambiente se enrarecía aun más fruto del hedor que emanaba de  unas bolsas que contenían las pertenencias de los pacientes: zapatos, ropa interior…, el suelo parecía rugoso, lo alumbré con mi linterna de boli, el suelo era liso pero estaba tapizado por una gruesa capa de pelusa, pelusonas y pelusitas. También adiviné a distinguir algunas cápsulas de medicación de varios colores.
Para intentar conciliar el sueño, algo que debido a mi estado de nervios me parecía impensable, empecé a leer los cajetines de medicación, empecé por la más alta Alprazolan, no pude leer el segundo cajetín mi mirada cayó al suelo, intenté subirla  Alpra… imposible se cayó al suelo. El olor misteriosamente pasó de fétido a convertirse en una agradable y refrescante brisa marina, con la pelusa empecé a moldear un osito de peluche, los ojitos con las capsulas rojas la boquita con una blanca, lo acerque a mi cuerpo.

La compresa  con alas sobre la que descansaba poco a poco parecía transformarse en un colchón con sistema de muelles normablock  con válvulas de aireación y sistema de amortiguación extra suave. Las alas empezaron a moverse y despegué.  Viajaba en un avión  entre nubes de algodón una preciosa azafata de generoso escote me agasajaba con champán francés y fresas pero yo no necesita ni una cosa ni otra mi felicidad y la de mi osito eran plenas.  La turbulencia suave me mecía, me agrada, un traqueteo que aumentaba de intensidad y una voz: despierta, son las siete.
¿¿¿Queeee??? madre míaaa” Me desperté, en mi mano derecha un puñado de pelusa, en la izquierda mi linterna con sus pilas agotadas, mi boca pegada por una gruesa capa de baba.

Conté el relevo al turno de mañana, el que me dictaron las dos auxiliares, llegué a casa y violé mi ritual. No me tomé mi café, lo cambié por un cola cao que me supo insípido, no acarició mi garganta. Hijas de puta, qué coño me pusisteis en el colacao.

Llamamiento: Por favor si veis a dos auxiliares regordetas con cara de cachonas preguntarle el nombre de esa droga no estoy enfadado, solo estoy enganchado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario