lunes, 30 de abril de 2012

Margaret

Margaret Thatcher, o simplemente  la Thatcher, fue mi compañera durante varios meses, me encantaba, eso sí, profesionalmente. Fría, calculadora, no le temblaba el pulso, no expresaba ningún tipo de emoción ni  miedo, no existía la duda, dominadora de todos los procedimientos, protocolos y técnicas.

El principal defecto de Margaret era que hacia más muertos los tiempos muertos de urgencias, sus dos únicos temas de conversación o mejor dicho los dos pilares fundamentales de su vida, su marido “Mi Juan”, el hombre más virtuoso, atento, inteligente, detallista, y joder seguro que estaba hasta buenorro, joder me estaba gustando hasta a mi, de hecho yo lo llamaba ya Mijuan, algo que no le hacía gracia, y es que haciendo honor a su apodo La Dama de Hierro carecía de sentido del humor. El segundo pilar que sustentaba su vida era la Thermomix, la máquina perfecta para cocinar, se podía  pasar horas hablando de cómo hacer postres, cenas, pan, pizza… en definitiva un puto coñazo.

El aviso de la ambulancia rompió ese interminable tiempo muerto, llegaban a urgencias dos pacientes víctimas de un accidente tráfico, el varón venía jodido, la mujer, una rubia  de buen ver, consciente. En la sala de críticos no me lo podía creer, ni las gruesas capas de maquillaje naranja butano podían esconder la tristeza del  rostro de la Thatcher, la delataban sus ojos vidriosos. Imaginaciones mías si es la Thatcher, pero no había dudas: el temblor de sus manos, el ir y venir de su cuerpo la delataban; tuve que salir  a escena y asumir el papel principal.

El médico: “Solo tenemos el nombre del paciente nada del resto de datos de filiación”.

Mi compañera, la Thatcher, dio su nombre, apellidos, fecha de nacimiento, grupo sanguíneo… todo acompañado de una lágrima teñida de negro rímel que recorrió lentamente su rostro para estrellarse contra el suelo. Efectivamente se trataba de “Mijuan”.

La rubia, entre la Thermomix y Mijuan, se quedó sin dudarlo con el hombre perfecto. Y yo sin poder elegir me he conformado con la Thermomix, hoy me ha llegado, de primero brandada de bacalao, de postre, sorbete de frutas congelas.

Hoy no he aprendido nada, solo se que la Thermomix y la vida de algunas personas son una mierda.

martes, 24 de abril de 2012

Antonio el yonki... otra vez

En lo que iba de año habría visitado urgencias unas 1000 ó 2000 o un millón de veces. La única justificada, la última, en la que fruto de una brutal paliza al más puro estilo ajuste de cuentas, llegó inconsciente y sin un diente, y esas eran las dos grandes diferencias, hoy, llegaba consciente (muy a nuestro pesar) y con una caja de dientes nueva, esa dentadura removible sin duda tendría que ser robada, de segunda mano o heredada. No creo que ningún dentista fuese tan hijo puta como para hacer tal obra.

Escondido tras ese instrumento de tortura odontológico que le impedía cerrar su boca y le confería una especie de sonrisa falsa, era imposible entender lo que decía:
 
- “Antonio, no me entero de lo que dices, ¿qué te pasa, padre?

Antonio, colmada su paciencia, pasó a desarrollar sus conocimientos de arte dramático, y al más puro estilo mimo, flexionó sus piernas sobre su abdomen y liberó durante unos interminables segundos todo el gas de su intestino grueso, delgado, estómago…
 
La madre, fiel acompañante, añadió:

-“Le pasa eso, y también vómitos, diarreas y le duele la cabeza.
 
Tras valoración médica pasó a la sala de espera y allí su madre inició el ritual de siempre: Servilleta, cuya decoración permanecía oculta tras importantes lamparones, quiero pensar de aceite, colocada sobre el suelo de la sala de espera (viva la higiene), lata de mortadela con trocitos de aceituna (“la preferida de mi Antonio”), cacho de pan que abrió en dos con un machete (viejo conocido de más de una compañera, en una ocasión lo saco del bolso lo enseño a todas las enfermeras y exclamó: “Cómo no atendáis a mi Antonio sus hago más larga la raja el coño”). Y algo nuevo, tras comer, retiro la dentadura decorada con trocitos blancos, rosas y verdes y la bañó en un vaso de gaseosa (nos comentó que el gas mata a los mercrobios) y para terminar abrió un botecito en cuyo tapón venia incorporada una brocha y pinto uno a uno todos los dientes.
 
No me pude reprimir: “Señora ¿eso qué es?”

-“Me llegao a los chinos de mi barrio y le pedio un producto pa borrar las manchas de los dientes y me han dao el mejor pa mi Antonio. También sirve pa quitar los refregones del opel calibra blanco sin llaves que le han regalado a mi chico

Le pedí prestado el producto milagro, lo acerqué a mis ojos porque me parecía increíble lo que estaba leyendo: Tipp-Ex.
 
-“Me han engañaoo los chinos mierdas esos casi un ebro que ma costao.”
 
Diagnóstico al alta: Intoxicación por Tipp-Ex.
 
Pusimos en sobreaviso a los compañeros del turno de tarde, era posible que atendiesen a un par de chinos abiertos en canal, que no se extrañasen si las dimensiones de la vagina de la china eran superiores a lo normal.

martes, 17 de abril de 2012

Joder, qué gilipollas soy

Lunes 06:45 horas. Joder, me tengo que levantar, joder tengo que trabajar.  Frío en el exterior, más frío en mi interior. Hoy estreno, no se como llamarlo, nueva condición social, estado social, estado civil: soltero. Soy un ex que ya ni siquiera tiene una ex. Las parejas no deberían romper o, por lo menos, no en domingo.

Joder, la cafetera pierde más de la mitad de su contenido por la junta. Joder, mi coche coreano nunca arranca a la primera, como mínimo a la tercera. Joder, no encuentro aparcamiento al llegar al hospital. Joder, me tocan hoy las habitaciones impares.

En la 501, un paciente ruso o polaco o checo, de nombre impronunciable al que yo llamo Dimitri, y a él le hace gracia. Hombre de 43 años postrado en la cama desde hace seis meses, no espera nada, solo el final, no hay remedio  ni solución, el cáncer de pulmón ya le impide hablar, se comunica con una pizarra y tres rotuladores: negro (ni me hables), azul (ni pa ti ni pa mí), rojo (estoy de puta madre).

Al entrar la pizarra en rojo con un claro mensaje: “Me siento muy fuerte, quiero desayunar sentado en el sillón”.

El rotulador rojo y ese mensaje parecían dar aliento a un cuerpo que llevaba seis meses sin vida, el café caliente contrastaba con su piel que también por primera vez me parecía caliente.

Con la cháchara y mi estado de ánimo se me olvidó tomar la tensión arterial a Dimitri, al volver a la habitación, la taza de café permanecía intacta, fría, contrastando de nuevo con la temperatura  de su cuerpo.  La caprichosa muerte había decidido visitarlo hoy, justamente cuando aparecía la vida.

Entre sus manos su inseparable compañera, una pizarra, con un dibujo en rojo: un supermán volaba sobre una ciudad. Allí abajo, en la ciudad dibujada, quise ver mi cafetera, mi coche coreano y quise ver lo gilipollas que yo era.

Al llegar a casa he tirado la cafetera y mi ex relación en el contenedor amarillo, el de envases e inertes. Yo reciclo.

Hoy lunes voy a salir, no llamaré a mis amigos, necesito buena compañía.  Lo tengo claro lo primero que tomaré un chupito de vodka en honor de todos los Dimitris, Demetrios y Demetrias 

Solo he aprendido una cosa: Joder, qué gilipollas soy.








lunes, 9 de abril de 2012

Caballo perdedor

A las 17:00 horas nos visitó un paciente cualquiera a lomos de un caballo perdedor. Ni la limpiadora, ni el administrativo, ni el médico, ni las auxiliares, ni las enfermeras apostaban por él. Con todas las apuestas en contra y seguido muy de cerca por un jinete con guadaña en mano y vestido de negro entró directamente en la sala de críticos.

El médico de hoy, un impaciente con histeria, empieza su retahíla: analítica completa, gasometría, oxigeno, monitorización, electro… Y yo a lo mío, buscar una buena vena en la que introducir un catéter, es mi momento, me dan ganas de levantarme mirarle y decirle: “Paso de tu cara es mi momento, cállate”.

Veo una vena, o más bien la hija pequeña de una vena, introduzco el catéter bajo la piel y su parte posterior empieza a llenarse lentamente de sangre, eso sólo significa una cosa he tocado la vena, bien, esto va bien, pero deja de refluir sangre eso solo significa otra cosa: he roto la vena, mierda, vuelta a empezar. La cara del doctor ha pasado de amarillo a naranja ya casi rojizo. Miro a mi compañera que toma el relevo, y con un catéter de mayor calibre acierta de lleno.

El médico: “Menos mal, alguien competente”.
Mi yo interior (M.Y.I.): “Sí, la única competente de aquí”.

El paciente va perdiendo terreno a favor del jinete de negro, pero increíblemente sigue corriendo, no abandona, cero apuestas a su favor. Alterna periodos de inconsciencia, con otros de lucidez en los que pide la visita del  cura. La familia ya lo había avisado.

La cara del médico ha recorrido todos los colores del arco iris y permanece parada en el violeta, pide consejo a otro médico, no saben si entrar de lleno o dejarlo estar.

Entrar de lleno, que empiece la fiesta: drogas, bombas de perfusión, más drogas, otra vía, una sonda… Tres golpes, fuertes, secos y firmes en la puerta parecen aportar algo de orden, todos miramos, abrimos y un cura, padre o párroco, embutido en una sotana negra alzacuellos incluido se aproxima al paciente, este levanta sus brazos: “Gracias padre por venir a verme”.

-       No hijo mío, no vengo a verte, esto no tiene arreglo, vengo a prepararte, que te vas con Dios”.

La cara del médico es la de papá pitufo.

Sin nada que hacer por su cuerpo ni por su alma, el paciente decidió morirse a las 18:10 horas. Eso sí, el caballo, sin jinete, cruzó línea de meta.

Hoy he aprendido el significado de hostia sagrada, o en este caso, ostia en toda la boca.

lunes, 2 de abril de 2012

Semana Santa

Me parecía increíble que ese vehículo aún circulase: un Simca 1200 especial marrón chocolate. Me parecía increíble que aun llegasen los pacientes a urgencias sacando un pañuelo blanco por la ventanilla del copiloto. Pero lo que más increíble me parecía es que sacasen a Antonio el yonki de ese coche, y vivo. Antonio se jactaba de ser el único superviviente de su barrio, de los yonkis de heroína pinchada en vena. Aunque más que superviviente diría que era un muerto viviente.

Como siempre, acompañado de su madre cuyo relato iba todo entero y de forma literal a mi libreta de chuletas y apuntes de urgencias, concretamente en la M de madre de Antonio el yonki. “Pues ná dortó que estaba yo en mi casa y escucho en la calle un tropel me asomo y veo a unos cuatro rumanos sin corazón dándole con palos a mi Antonio. Pedí auxilio y llamé a mis hijos, cuando llegamos Antonio estaba miullando como un gato chico pero de repente se quedó sin gesto. Ya se lo tengo dicho: Antonio antes de comprar má droga paga la que debes.”

La madre de Antonio rompió a llorar.

El médico intentó animarla: “Emilia no llore que Antonio sale de esta”.

“Dorto si yo lloro porque  le han echao abajo los dos dientes que le quedaban, ya no le puedo dar ni los bocadillos que tanto le gustan ni aunque se los haga de pan bimbol. Qué malos son los rumanos, si mataron a Cristo, no iban a matar a mi Antonio”

Y es que ciertamente ha Antonio lo habían dejado como un Cristo  pero no un Cristo cualquiera, era el de la película  de Mel Gibson después de recibir la manta palos.

Modificamos ligeramente el protocolo a seguir en caso de paciente inconsciente:

A airway, apertura de la vías aérea

B,  breathing, ventilación artificial

C circulation, valoración de la circulación .

A de agua caliente para lavar a Antonio; mi compañera apodada “la ciega” o “la buzo” por la dimensiones de sus gafas, tenía debido a ese déficit visual la mala costumbre de acercarse todo a la cara. Ataviada con un barreño de agua caliente empezó a  lavar a Antonio. Posteriormente se dispuso a colocarle una sonda vesical. Tomó su miembro con la mano no dominante, y haciendo honor a su mala costumbre, se lo acercó a raíz de nariz, con la diestra se dispuso a introducir la sonda y obró el milagro: Antoñito ante el estímulo resucitó y exclamó: “chupa puta chupaaa”. A partir de ese día cambiamos su apodo por el de “María Magdalena”.

Al salir del hospital una nube de humo me envolvió: “¿Incienso?”. Giré la vista a la derecha y observé el origen: los familiares de Antonio fumaban unos pedazos de porros trompeteros brutales. Aligeré el paso. La última vez que los vi me reclamaron 80 euros por romper el pantalón del chándal de Antonio, que más que Adidas era Dadidas, y dudo que la factura fuese tan elevada.

Ese día aprendí muchas cosas:
  • El pan Bimbol es más fresco y tierno que el pan Bimbo.
  • Fueron los rumanos y no los romanos los que mataron a Cristo.
  • Miullando: respiración preagónica
  • Perder el gesto: quedarse inconsciente.
Tengo que ir al dortó de la nariz: el incienso y el porro no huelen igual.