martes, 5 de junio de 2012

La Orca

Un mini contrato en salud mental de 48 horas, repartidas en dos mañanas, dos tardes y dos noches,  y lo peor,  compartidas con una enfermera que cumple todos los ítems exigidos para enmarcarla en la categoría C de personas.

Y es que hay tres tipos de personas: Tipo A o normales, tipo B: normales y corrientes y tipo C: gilipollas.

Desde las 08:01 horas (el turno empieza a las 08:00 horas) sabía que ante mí tenía a un tipo de persona C, creía que solo en las películas americanas la gente se presentaba anteponiendo la profesión al primer apellido: soy la enfermera Gómez especialista en salud mental.

- ¿Tienes alguna especialidad?

- No.

- ¿Tienes experiencia en salud mental?

- No.

- Me parece increíble, otro enfermero que no tiene ni idea. No sabes como actuar ante un TOC, no sabes si a ese paciente debes marcarle límites o seguirle la corriente, no sabes…

A las 10:00 horas. La enfermera Gómez, especialista en salud mental, se convirtió en un bote de Tipp-ex, es más diría que incluso en un bidón de Tipp-ex  que corregía todos mis actos, todas mis palabras.  Llegué a ver salpicaduras de corrector en mis manos, en mi boca, hasta en mi uniforme. Sufría mas que mobbing el síndrome que  autodenomino “doble cojón”: estas hasta los cojones de alguien pero no tienes huevos de decírselo.

A las 12:01 horas la enfermera Gómez dejó de ser un bidón de tipp-ex para convertirse en un tiburón hambriento y yo desprendía olor a sangre.

- Ven anda, que te voy a enseñar a moverte por una unidad de salud mental.

Empezamos a recorrer el estrecho y largo pasillo de la unidad, y no paró de hablar de lo buena enfermera que era, de sus múltiples aportaciones a la especialidad. Al fondo, casi al principio del pasillo, la orca recorría cientos de veces esa galería con un paso casi marcial.

Pensaba que el apodo de “la orca“, teniendo en cuenta su aspecto físico, hacía referencia  a la hembra del orco, ese monstruo del inframundo, pero no, se trataba de “la horca” método preferido por la paciente para intentar suicidarse.

Al llegar a nuestra altura escuche una especie de zumbido de muy corta duración, la enfermera tiburón se desplomó cayendo inconsciente sobre el suelo. La horca, que caminaba impasible, le había propinado un puñetazo de gancho directo sobre su pómulo. Miré a mi compañera que yacía en el suelo y posteriormente a la paciente que ya venía de vuelta. No cumplí la máxima de los marines americanos: si a la batalla vamos cien hombres, de la batalla volvemos cien hombres, vivos o muertos, nunca abandonamos a un marine. Yo si la abandoné a su suerte y me refugié en el botiquín.

No tardaron en llegar los refuerzos y menos se tardó en trasladar a la enfermera tiburón, ya medio consciente, al servicio de urgencias.

Se personó en la unidad más cabreada que apenada la supervisora y me espetó que tenía que dirigirme al servicio de medicina preventiva para comentar lo sucedido.

Y yo sabía perfectamente lo que tenía a decir: la orca no hace referencia a la hembra del orco, la horca no hace alusión a su forma preferida de intentar suicidarse, la orca se refiere a ese cetáceo odontoceto que habita en los océanos, único animal capaz de hacer frente y repeler el ataque de un tiburón.
 

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