martes, 31 de julio de 2012

Cuatro tiempos

De lleno en plena fase REM de mi sueño, los gritos parecían que formaban parte de la película, pero no, me desperté sobresaltado: “un médico,  un médico”. Frente a mí, Maruja, la auxiliar más vieja del planeta, apodada la cardiosaludable, porque ni de estrés ni de infarto moriría nunca. Personalmente prefería llamarla la cuatro tiempos, y es que todo lo hacía en cuatro fases, si tenía que echar azúcar al café: introducir cuchara en azucarero – pausa - girar cuchara sobre café – pausa - mover café - pausa… Pero los fines de semana y festivos precisaba un mayor número de tiempos así que simplemente la llamaba “la Coño”.

Al salir me encontré de bruces con unos viejos conocidos y temidos usuarios del servicio de urgencias: el Oso, el Lince y entre ambos, sujetado por los hombros, el Cobra.

Todos hicimos nuestra lotería: una pelea, sobredosis, accidente moto…  todos menos la cuatro tiempos, que permanecía sentada en el estar de enfermería leyendo una revista,  en concreto el inicio del verano marcado por el posado en bikini de una tal Ana no se qué.

Las tres especies en peligro de extinción entraron en la sala de clasificación de pacientes, y ante la pregunta: “¿qué le pasa?” pusieron cara de asombro; a la vez todos señalaron un lunar de dimensiones similares a una moneda dos céntimos.

-          ¿No lo ves? Mira como cambia de color, ahora rojo, azu

Llos ojos vidriosos se dirigieron a sus amigos:  fuera y de un golpe, el Oso y el Lince abandonaron la consulta. El Cobra se abalanzó sobre mí:

-          Doctor, doctor.

Pensé que me iba a pegar , me abrazo llorando y suponiendo que estaba en su lecho de muerte me miro fijamente y me dijo:

-          Doctor dígame la verdad cuanto tiempo de vida me queda, se que tengo un cáncer de piel eléctrico.

Fruto del consumo de sustancias prohibidas sufrió una paranoia “mortal” en forma de un inexistente y solo apreciable por él cáncer eléctrico cambiante de color.

Quise vengarme del miedo que nos había inflingido cada vez que nos visitaba, el daño causado a tantas personas, quise decirle: “Cierto Cobra, te quedan minutos de vida“.

Pero llevé a cabo  una conducta por imitación: lo miré fijamente – pausa - cerré los ojos – pausa - asentí con la cabeza - pausa-ahora te verá el médico - pausa.

La conducta cuatro tiempos causó estragos en el Cobra, jamás vi una cara de miedo mayor en mi vida y la respuesta no se hizo esperar:

-          Llamad a mi madre, mamá, mamá…

Maruja no es una chochona, es un arma de destrucción masiva, ante la adversidad no se enfrenta a los pacientes desarrolla la conducta 4 tiempos

Camino de casa he recibido el alto de la guardia civil, no he tenido miedo, he desarrollado la técnica cuatro tiempos. Resultado: retirada de dos puntos y 212 euros de multa por exceso de velocidad. Tengo que seguir entrenando.

El cobra prescindió desde ese día de nuestros servicios, quizás por el efecto cuatro tiempos, quizás murió electrocutado por su cáncer. No se sabe. Lo que sí se que al igual que aquella famosa marcaba en bikini el inicio de la temporada estival, Maruja, gracias a Dios no en bikini, marcó en mi el inicio de una conducta más cardiosaludable.

lunes, 23 de julio de 2012

El roal

Una alfombra roja”, contesté a la pregunta del director.

Por esa época jugaba a ser supervisor de urgencias en funciones a la espera de que se incorporase el autentico y genuino profesional que se encargase de estos menesteres.

Siempre era lo mismo: qué recursos materiales precisa urgencias y daba igual lo que se necesitase por que nunca llegaba. Eso sí, la petición debía ajustarse a un protocolo insufrible de interminables apartados: justificación, objetivos, presencia en otros centros, mejoras para el usuario, precios…

“¿Una alfombra roja? ¿Para qué? ¿Es que no sabes lo que necesita tu servicio?” Me preguntó en todo diabólico el director.

 -       Para cuando nos visite Ricardo alias “el roales” - respondí.

Y es que el sábado anterior  a las 21:30 horas, se personó en urgencias un paciente elegantemente vestido con traje de chaqueta, corbata y sombrero incluido, rondaba los 70 años, y llegó acompañado de una señorita que, al igual que la operadora Jazztel, no exigía contrato de permanencia.

Se presentó y sin mas sacó de un decrépito sobre amarillento un no menos desgastado informe médico  firmado por el jefe de servicio de urología, en el que tras informar de la patología sufrida por el paciente y que le obligaba a portar de forma permanente una sonda vesical conectada a una bolsa de orina, autorizaba la retirada de la misma los sábados por la noche, para satisfacción de necesidades, y recolocación el domingo por la mañana.

Llamó tanto la atención que el médico de guardia se intereso por el caso:

-       Hombre, y perdone, ¿usted como se apaña Ricardo?

-       Pues mire usted doctor, a los 30 años perdí a mi mujer y desde entonces no me he enamorado de ninguna otra, así que para darme un desahogo contrato señoritas que hacen todo  lo que pueden, pero a esta - señalando su entrepierna - le cuesta levantar cabeza.

-       Ja ja ja, abuelo usted no esta para esos trotes y no toma usted nada para endurecer el tema, jajaja.

-       Pues doctor más que tomar, como.

-       Y que come usted.

-       Pues le como a la muchacha el roal para como usted dice endurecer el tema.

El miércoles por la mañana a primera hora el grito ensordecedor del director a través del auricular del teléfono no daba lugar a dudas, estaba encabronado aún no le había adjuntado el informe. “¿Es que no sabes lo que necesita tu servicio?”.

No, le respondí, pero sí se lo que tú necesitas: comerte un buen roal.

Le tengo que dar la razón al sabio Ricardo: el roal endurece, en mi caso la relación con mi director.

martes, 17 de julio de 2012

La Devo y la Sole

El Seat Ibiza rosa chicle venía con equipamiento de serie: la Yeni, la Devo, la Vane y la Sole. El pack indivisible de chonis hoy haría una excepción y a la Devo solo le acompañaría a urgencias la Sole.

-          “¿Qué le pasa?”, preguntó  un enfermero cualquiera.

-          “Me he doblado el tobillo.”

La Devo iba montada en unos zapatos de tacón, rectifico plataformas  tipo petrolíferas.  Ante la ausencia de signos inflamatorios, tumefacción… el enfermero no solicitó radiografía lo que enfadó profundamente a la Devo que sí presentaba intensos síntomas: dolor insoportable. El término signo hace referencia a lo objetivable (inflamación) y el síntoma esta relacionado con lo subjetivo: el dolor.


He creído útil esta aclaración ya que fue una pregunta de la primera oposición a la que me presenté. No es necesario decir que la suspendí, por aquellos años  pensaba que en una oposición solo preguntarían cosas importantes no soplapolleces. Cabe preguntarse : ¿el que aprueba una oposición en la que preguntan soplapolleces es un soplapollas?

El médico ante la insistencia se vio obligado a solicitar la dichosa radiografía. Y ante una mujer fértil antes de la prueba hay cerciorarse de la posibilidad de embarazo, ante lo que la Devo respondió:

-          “Pues no se, doctor, tengo un retraso”.

Lo que obliga al doctor a realizar el test de gestación.

Test de gestación que fue tan negativo como la radiografía carente de lesiones. Ante la negatividad del test, la Devo saltó de alegría sobre su presuntamente enfermo tobillo izquierdo.

Antes de abandonar el servicio de urgencias la Sole espetó a la Devo:

-          “Lo que tenemos que hacer pa ahorrarnos  el predictor, tía”.

Radiografía de tobillo dos proyecciones: 41 euros.

Test de gestación: 8 euros.

Consulta de urgencias: 63 euros.

Sangrar un sistema sanitario público ávido de transfusión no tiene precio. Para todo lo demás sigan reduciéndonos el sueldo y ampliándonos la jornada laboral.

Aprobé la última oposición convirtiéndome en el soplapollas 1483. Después de atender estas “urgencias” si repitiese el examen quedaría entre los primeros puestos.
Definición de soplapollas: persona estúpida, sin gracia. Por si lo preguntan en futuros exámenes.

martes, 10 de julio de 2012

Volvo patrocina el cielo

El equipo de urgencias extra-hospitalarias nos dio el aviso, iban de camino al hospital con un paciente: varón de 19 años víctima de un accidente de tráfico, estable hemodinámicamente, consciente, conmocionado y desorientado.

El niño estrenaba su regalo de buenas notas: un BMW serie 1, distraído en la búsqueda de la conexión USB para su pendrive  y  en comprobar el funcionamiento de su extenso equipamiento interior no se percató de que circulaba a unos 80 km/h y mucho menos de que el semáforo estaba en rojo. Colisionó con un vehículo que pacientemente esperaba el cambio de color. Fruto del impacto, el joven perdió momentáneamente el conocimiento, cuando lo recuperó, pudo también comprobar el perfecto funcionamiento de todos los sistemas de seguridad. Ese color blanco que ocupaba todo el parabrisas le hizo pensar que había muerto y estaba en el cielo. Nada más lejos de la realidad. Se trataba del color del maletero del vehículo en el que se  había empotrado, de nada le sirvió leer la marca en la zona central de ese portón trasero: Volvo; el joven pensaba no solo que había muerto sino que esa marca de vehículos patrocinaba el cielo.

Esa letanía mantenida desde su ingreso en observación: El cielo lo patrocina Volvo, hicieron pensar al médico que eran fruto de la conmoción sufrida pero la descartó inmediatamente, la causa era completamente hereditaria, cosa de familia, ya que el padre del inexperto conductor mantenía la misma retahíla: 22, 22, 22. Haciendo referencia al número de kilómetros con la que el conductor lego puso punto y final a su flamante regalo.

martes, 3 de julio de 2012

Maris

Hoy es día de mercadillo: desasosiego, inquietud y por qué no, miedo ante la avalancha de maris que acudirán en masa tras sus compras.

Son las 11:00 horas y ya son mas de veinte las que esperan ser atendidas.

Tras un simple reconocimiento visual del panorama, podemos clasificar las maris como sujetos de la siguiente sintomatología:

-          No se identifica como tal, se reconoce por su atuendo: el llamado bambito: una especie de vestido de tela de estampados florido de colores imposibles (verdes, rojos, marrones, fluorescentes, etc.); las mas transgresoras chanclas, las más conservadoras zapatillas de paño; moño multihorquillado y las inconfundibles bolsas de plástico del mercadillo verdes o blancas.

-          Motivo de consulta: ante la pregunta “qué le pasa” nunca, nunca, responden directamente y todas empiezan con un arquetípico: “Pues mira padre mío vengo del mercadillo que me comprao unas bragas buenísimas a ebro niño y color visón que son las más sufrías…” Los motivos de consulta requieren traducción: “Tronío en el selebro que no me se quita ni tomando el dolotin” (cefalea que no cede con analgesia: nolotil), “Reventaero en el culo de adelante” (posible infección de orina), “Cada vez que enfilo una cuesta me  se  salen los adentros” (disnea-ahogo de esfuerzo), “llevo unos días que no estoy en mi ser” ( sin posibilidad de traducción).

-          Independientemente de la patología de base todas toman el mismo tratamiento: “Yo tomo unas pastillas mu buenas que me mando mi medico el nombre no me acuerdo son unas asin chiquitillas, reonditas y blancas.” (Desconozco cuantas cientos de miles de presentaciones farmacéuticas poseen esa descripción).

-         No son egoístas siempre piensan en los demás: “Oye mira a ver si me puedes dar unas pastillas pa mi mario que esta malo de los nervios, dame una caja de guantes pa fregar las escaleras de mi comunidad…

-          Desconocen si son alérgicas a algún medicamento porque según comentan no los han probado todos.

Alcanzaban la treintena en la sala de espera aún sin ser atendidas, pasaron de los remedios caseros para quitar las manchas y de cómo es la mejor forma de gratinar el pollo sin que se quede seco, a cagarse literalmente en nuestros muertos. Lo peor estaba por llegar. Una de ellas ocupó la parte central de la sala de espera y al grito de “No semos bichos, que semos personas” (frase que la buena señora ha copiado de un famoso programa televisivo) provocó el mayor levantamiento de pacientes en una sala de espera que se recuerde en las urgencias de un hospital. El personal de seguridad más que desbordado diría yo que estaba acojonado.

Hoy las maris, una minoría a penas audible, siempre a la sombra de sus maridos, que actúan como dueños y señores de sus vidas,  han emprendido  una guerra de guerrillas y han salido victoriosas, han impuesto su criterio, su ley , han dejado de hablarle de usted al médico, han acariciado y saboreado la victoria de sentirse escuchadas.

Hoy sus maridos o no comerán, o comerán comida fría, o tendrán que calentarse por primera vez el almuerzo.

Hoy he tenido ganas de quitarme el uniforme, de desertar, de vestir un bambito, de ser una mari, porque las maris nos han dado una lección: unidas pueden conseguir todo, algo que enfermería aún no sabe, una profesión que no crece , que es objeto de recortes, que actúa solo por intereses individualistas, que también esta a la sombra,  y que no se reconoce.

Hoy las maris ocupan el primer puesto en mi libreta negra, la de pacientes conflictivos y a tener en cuenta en urgencias, seguidas muy de lejos de los yonkis con síndrome de abstinencia.

Hoy enfermería debería ser más mari.